jueves, 18 de diciembre de 2008

Duelen ...

Duelen los recuerdos,
las noches que nos unen y nos separan,
las sombras de tu rostro,
y sentir que tu nombre ya no pertenece a mis labios.

Duele el viento que baña mi cuerpo,
la rabia de las palabras enclaustradas,
los versos que escribo,
y las soledades en mi puerta.

Duelen los abismos oscuros de la mente,
las lagrimas recientes,
la desdicha de sentirme aún tuya,
y el seguir reconociéndome en tus ojos.

Duelen los mitos nostálgicos
las ausencias,
la necedad de vivir,
y la oscuridad que resbala por mis ojos.

Duele el tiempo,
la herida que afirma mi existencia,
las ruinas del fracaso
y la insuficiencia de olvido.

Medea

martes, 16 de diciembre de 2008

Antonio Machado: poesía perdurable

Es uno de los poetas españoles del siglo XX más populares, apenas superado en tal condición por Federico García Lorca. Lo fue desde mucho antes que Joan Manuel Serrat musicalizara algunos de sus más conocidos textos, circunstancia que –naturalmente– proyectó todavía más su difusión.

Fue uno de los intelectuales más destacados de la lúcida Generación del '98, junto con el también poeta Juan Ramón Jiménez, el ensayista Azorín, el pensador Miguel de Unamuno y el dramaturgo Ramón del Valle Inclán. Todos ellos constituyeron la primera línea de esa promoción que asumió una postura dura y crítica ante la situación española de fines del siglo xix , que tomara conciencia de ello plenamente luego del desastre de la última guerra colonial de España, con la pérdida de Cuba.

La Generación del ' 98 buscó, con angustia muchas veces, la genuina identidad de lo hispánico. Y Machado lo hizo –lo logró– a través de la peculiar presencia del paisaje en su poética.

SOLIDEZ DE UNA OBRA

Su vasta producción comienza con Soledades (1889-1907), continúa luego con Del camino, Galerías y Campos de Castilla (1907-1917), proyectándose más tarde a sus Páginas escogidas y Poesías completas.

El suyo es un verso clásico, pero al mismo tiempo renovador, con un sentido especial para la descripción de paisajes exteriores, pero sobre todo interiores. La frugalidad y sencillez de sus imágenes tuvo mucho que ver con esa Castilla de adopción donde habitó casi toda su vida. Había nacido en Sevilla, como lo confiesa en su tan conocido poema “ Retrato.”

La poesía de Machado sigue mostrándose vital y vigente en este nuevo milenio, mucho más que la de sus otros pares del '98, y que la de tantos que llegaron después al huerto de las letras hispánicas.

LA CONCIENCIA CÍVICA

Formado en la Institución de Libre Enseñanza –cuna de liberales progresistas en aquella España entre dos siglos–, cuando cae Alfonso XIII y con él la monarquía, Antonio Machado no podía asumir otra postura que la de consecuente republicano.

En 1936, cuando a causa del triunfo electoral del Frente Popular estalla la rebelión militar comandada por Francisco Franco, el poeta –ya sesentón, melancólico y cansado– tuvo sin embargo fuerzas para mantenerse firme en el apoyo a la República agredida. Quedan sus versos como testimonio de su postura ante los acontecimientos de aquel dramático momento histórico, como por ejemplo los que dedicara al comandante Líster y su 5º Regimiento: “Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría.”

Pero en medio de aquel período borrascoso, cuando la norma colectiva en ambos bandos era ver la realidad en blanco y negro, Machado se mantuvo fiel al ideario raigalmente liberal y krausista que fuera el mejor legado de sus maestros. Eso explica el sentido de sus palabras pronunciadas en Valencia, en una reunión de las Juventudes Socialistas: “Yo no he sido marxista ni lo seré jamás...”

UN PÁLIDO FINAL

En 1939, Antonio Machado y su madre anciana integraron la oleada de cientos de miles de refugiados que huyeron a Francia cruzando los Pirineos. Ambos murieron a poco de llegar, muy cerca de España, en la localidad de Collioure; primero su madre, y el poeta con diferencia de pocos días.

Y cosas que se repiten en las guerras civiles. En España quedaba su hermano Manuel –poeta menor aunque valorable, con quien escribiera años antes exitosas piezas teatrales– quien había optado por apoyar al bando franquista.

Alejandro Michelena / La Jornada Semanal

sábado, 22 de noviembre de 2008

Hundida en el rincón de lo prohibido ahogo los recuerdos y añoranzas en el café y los cigarrillos. Afuera los cuerpos van y viene, historias pasajeras de un rato de ocio.
Aquí todo ha desaparecido. El día y la noche se difuminan en los ojos de la fotografía borrosa que guardo con celo en el bolsillo roto de mi pantalón.
Te fuiste, pequeña niña mía, y te convertiste en ausencia y dolor. Dejaste vacíos estos brazos cansados de ceñirse a tu cintura, tu perfume en el viento se disperso y tu voz se convirtió en recuerdo.
Dueles pequeña, porque regresaras olvidadiza y con tatuajes de besos de amantes prófugos en tu piel.
Sí, dueles porque regresaras fuerte pues creciste con mi agonía cada día…

Medea

Esta Noche de Luna

Esta noche,
convierte a esta niña que te ama,
en tu fiera mujer,
tómala entre tus brazos y dale tu alma
llénala de abrazos
y has que esta noche de luna,
se llene de mi eterna penumbra.

Llena esa eterna luz con la oscuridad de mi manto
deja que el grito sea tu canto,
llena de tormento los llantos
y se mi ángel,
eterno ángel de eterna tortura
y de pasión desenfrenada

viernes, 14 de noviembre de 2008

El futuro

Y se muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

Julio Cortazar

viernes, 31 de octubre de 2008

Nada... (I)

Nada. Dejó se ser para serle y ahora nada. Enclaustrada en su ser crea noches artificiales para lamerse las heridas y exhalar lamentaciones. Vive entre el sueño y la realidad, aunque a veces parezca una pesadilla.
La noche y el día se confunden entre los cafés y los cigarrillos. Las historias son pasajeras y las charlas son tiradas a la basura al sacudir los manteles.
El tiempo dejó de ser tiempo, viejos almanaques dan la razón, y la espera es un motivo para partir. Las ausencias corporales de entes que se cruzaron por su camino, son diapositivas borrosas de un pasado obligado a no ser recordado.
El camino no es largo, es alargado forzosamente por unos pasos aletargados… cansados. La mirada ya no está en el camino, esta ausente, distante, perdida. Ya no mira la luna, ya no se sorprende con el brillo de las farolas. Busca la aniquilación que le fue prohibida en otro tiempo pero la lentitud de la sangre en sus venas le recuerda que vive en la estación de la opacidad autocondenada.
Paso a paso va arrastrándose por las entrañas de la tierra. Mezclándose entre las multitudes… desaparece, dejando pedazos de piel putrefacta tras su andar.
Inevitablemente retorna sobre sus pasos tras el diáfano cristal. Espera, no sabe lo que espera pero espera. Se sabe hija de la soledad, obligada a seguir narrando una historia sin final.
Medea

viernes, 24 de octubre de 2008

Nena, que siempre brille tu mirada…

La nostalgia danza a tu alrededor.
Olvida el ayer, son cadenas humeantes que laceran la piel.
Sombras cotidianas, ciclos vacíos de amargura y miedo.
Tu voz romperá el silencio y brotará la espuma agónica del presente.
Nada esta dicho.
El hoy es una palabra de melancólica esperanza que envuelven tus deseos.
Allá, a lo lejos, se vislumbra el futuro.
Distantes luces que anuncian tu camino.
Sueños místicos donde sólo tú reinaras.
Dueña absoluta de tu libertad.

Medea

lunes, 29 de septiembre de 2008


Hundo mi dedo en la herida sangrante de vuestro maniático redentor, escribo en su frente desgarrada por las espinas: ¡Fuck you!



Medea


Tu nombre escrito sobre las cenizas transfigura el recuerdo en espigas que crucifican el olvido…





Medea

martes, 23 de septiembre de 2008


La muerte se viste de Dios
cuando el mundo estrella
astillas de recuerdos
carcomiendo la mente

Alma que no seduce
pensamientos negros
lágrimas de sangre
esperando un momento final

La muerte se viste de Dios
cuando el cantar termina
y los esqueletos de los canarios
caen rotos en el piso

La muerte se viste de Dios
cuando nuestros gritos no llegan
y en el puerto de los desposeidos
una gran mano aprieta

La muerte
si mi Dios
la muerte se viste de ti
en toda esta historia terrena

Cuando el amor naciente
es asfixiado por la condena
momentos de espanto
en un asesinato anunciado.

Aquí estoy
En pedazos desparramada por el suelo
Todo lo que fui alguna vez
Esta hecho añicos sobre las lozas
Ahí..
En medio del tablero de ajedrez
Uno por uno
Han perecido mis sueños infantiles
Los he visto agonizar...
Enlutecer...
Y no tuve el valor de cerrarles los ojos
Una vez ya difuntos para siempre
Aquí estoy...
Si alguna noche ajena
Añoraste verme sin mis tules...
Sin mis mantos, ni mis sedas
Contémplame ahora...
Antes de que vengan las mucamas a ordenarme
A depositarme en sus bolsas de basura
Tan negras como el luto de mi muerte
Porque estoy hecha pedazos por el suelo
He muerto unas mil veces esta noche
Perecí en agonía junto a cada desaliento
Y aposté contra las parcas mi ultima sonrisa...
Y como podrás ver...
He sucumbido ante su ingenio...

Lucía Romero (Luly)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Me doy cuenta de que me faltas...

Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.

Jaime Sabines

jueves, 11 de septiembre de 2008

Soneto para el final

Tal vez, cuando después de haber vivido
llegue un amanecer a despertarme
les diga a los que puedan escucharme:
¡Qué sueño tan extraño el que he tenido!.

Porque, efectivamente, si no ha sido
mas que un sueño la vida, al acordarme
de todo lo que vino a enamorarme
tendré que darlo todo por perdido.

Tanto peregrinar, tantos sucesos,
tanto cambiar las penas por los besos,
tanto opinar y tanto desengaño,

cuando, de pronto, acabe con la muerte,
con el que al otro lado me despierte
comentaré: ¡Que sueño tan extraño!

Luis López Anglada

miércoles, 10 de septiembre de 2008

OLVIDO

Cierra los ojos y a oscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y suena allí, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.
.
Hunde tu ser a oscuras,
anégate la piel,
y más, en tus entrañas;
que te deslumbre y ciegue
el hueso, lívida centella,
y entre simas y golfos de tiniebla
abra su azul penacho al fuego fatuo.
.
En esa sombra líquida del sueño
moja tu desnudez;
abandona tu forma, espuma
que no sabe quien dejó en la orilla;
piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
ser que se pierde en otro mar
olvídate y olvídame.
.
En ese olvido sin edad ni fondo,
labios, besos, amor, todo renace:
las estrellas son hijas de la noche.

Octavio Paz

lunes, 1 de septiembre de 2008

El insomnio abre la puerta de tu recuerdo. Entras como una ráfaga de aire fresco golpeando mi rostro. Me quedo en silencio escribiendo en el viento tu nombre.

Tu sombra se desliza sagazmente por mi cuerpo, invade las paredes, los muebles… te mueves ágilmente. Entras a mis sábanas como tenues caricias, tocas mi sonrisa con tus labios, mi piel con tu piel, mi sexo con tus manos (forjadoras de deseos consumados). Entonces un suspiro y nada, tú no estas ahí, sólo son sueños delirantes bajo los hilos plateados de la luna cristalina que me mira.

Luna maldita, deja de evocar su cuerpo. Viento vil no traigas sus murmullos. Dejen que mi cuerpo se confunda con la niebla oscura que invade los recovecos rincones de mi alma.

La noche esta consumiéndose, tras ella deja un olor a cadáver fresco. Son las cinco, hora de la aniquilación de tu recuerdo. Te veo danzando en el humo del cigarrillo a medio fumar. Escapas por la ventana, convertida en oscuridad, en ausencia, en lejanía.

Amanece, sólo quedan frases, son tantas que bajo el débil rayo del sol, en medio de esta locura calcinante, las desecho una a una, amontonándolas junto a los cadáveres de los minutos que han transcurrido.

Sólo frases, frases que te heredaría con placer si tan solo con eso regresaras pero el nuevo día trae consigo la melancolía transformada en soledad.

Medea

sábado, 23 de agosto de 2008

Canto de mí mismo

Fragmento 20...

¿QuiénFr va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y
podredumbre,
no me puedo para a llorar.

Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como de da la gana.

¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un
carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la
noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.

Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los
cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.

Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.

Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
porque conozco la amplitud del tiempo.

Walt Whitman

sábado, 16 de agosto de 2008

Las grafías son maldiciones del poeta fracasado en amores.
Quisiera arrancarlas como pedazos de carne podrida y aventarlas a los perros hambrientos… ya nada le sirve.
El poeta quisiera calcinar los deseos como consume cigarrillos, beberse al agua salada que inundan sus ojos como bebe mezcal corriente.
El poeta quisiera descansar porque hasta en sueños esta despierto.
Él no escribe poemas, escribe su vida, no con la intención de contara sino de cambiarla.
El poeta quisiera hundirse en el abismo de las letras extraviadas y ahogarse en la putrefacta sombra de su soledad… dueño absoluto de su autoridad.

Medea

jueves, 14 de agosto de 2008

La noche del eclipse

Otros de los misterios de aquel hotel extravagante no fueron tan fáciles para Ana Magdalena Bach. Cuando encendió un cigarrillo se disparó un sistema de timbres y luces, y una voz autoritaria le dijo en tres idiomas que estaba en una habitación para no fumadores, la única que encontró libre una noche de ferias.

Tuvo que pedir ayuda para aprender que con la misma tarjeta de abrir la puerta se encendían las luces, la televisión, el aire acondicionado y la música ambiental. Le enseñaron a digitar en el teclado electrónico de la bañera redonda para regular la erótica y la clínica de jacuzzi.

Loca de curiosidad se quitó la ropa ensopada de sudor por el sol del cementerio, se puso el gorro de baño para protegerse el peinado y se entregó al remolino de la espuma. Feliz, marcó a larga distancia el teléfono de su casa y le gritó al marido la verdad: "No te imaginas la falta que me haces". Fueron tan vívidos los fieros que le hizo, que él sintió en el teléfono la excitación de la bañera.

Carajo ­dijo­ éste me lo debes.

Ella había pensado pedir al cuarto algo de comer para no tener que vestirse, pero el cargo por el servicio de habitación la hizo decidir a comer como pobre en la cafetería. El vestido de seda negra, tubular y demasiado largo para la moda, le iba bien con el peinado.

Se sintió medio desvalida con el escote, pero el collar, los aretes y las sortijas de esmeraldas falsas le subieron la moral y aumentaron el fulgor en sus ojos.

Cuando bajó a cenar eran las ocho. Terminó pronto. Agobiada por el llanto de los niños y la música estridente, decidió regresar al cuarto para leer El Día de los Trífidos, de Ray Bradbury, que tenía en turno desde hacía más de tres meses.

El remanso del vestíbulo la reanimó y al pasar frente al cabaret le llamó la atención una pareja profesional que bailaba el Vals del Emperador con una técnica perfecta.

Permaneció absorta en la puerta hasta que terminó el espectáculo y la clientela común ocupó la pista de baile. Una voz dulce y varonil, muy cerca de sus espaldas, la sacó del ensueño;

¿Bailamos?

Estaban tan cerca, que ella percibió el tenue olor de su timidez detrás de la loción de afeitar. Entonces lo miró por encima del hombro, y se quedó sin aliento. "Perdone ­le dijo aturdida­ pero no estoy vestida para bailar". La réplica de él fue inmediata:

Es usted la que viste al vestido, señora.

La frase la impresionó. Con un gesto inconsciente se palpó los pechos intactos, los brazos desnudos, las caderas firmes, hasta comprobar que su cuerpo estaba en realidad donde lo sentía. Entonces miró de nuevo por encima del hombro, ya no para reconocerlo sino para apropiárselo con los ojos más bellosque él vería jamás.

Es usted muy gentil ­le dijo con encanto­. Ya no hay hombres que digan esas cosas. Entonces él se puso a su lado y le reiteró en silencio la invitación a bailar. Ana Magdalena Bach, sola y libre en su isla, se agarró de aquélla mano con todas las fuerzas de su alma como al borde de un precipicio.

Bailaron tres valses a la manera antigua. Ella supuso desde los primeros pasos, por el cinismo de su maestría, que él era otro profesional alquilado por el hotel para animar las noches, y se dejó llevar en círculos de vuelo, pero lo mantuvo firme a la distancia de su brazo. Él le dijo mirándola a los ojos: "Baila como una artista". Ella sabía que era cierto, pero sabía también que él se lo habría dicho de todos modos a cualquier mujer que quisiera llevarse la cama.

En el segundo valse, él trató de apretarla contra su cuerpo, y ella lo mantuvo en su lugar. Él se esmeró en su arte, llevándola por la cintura con la punta de los dedos, como una flor. A la mitad del tercer valse ella lo conocía como si fuera desde siempre.

Nunca había concebido a un hombre tan anticuado en un empaque tan bello. Tenía la piel lívida, los ojos ardientes bajo unas cejas frondosas, el cabello de azabache absoluto aplanchado con gomina y con la línea perfecta en el medio. El esmoquin tropical de seda cruda ceñido a sus caderas estrechas completaba su estampa de lechuguino. Todo en él era tan postizo como sus maneras, pero los ojos de fiebre parecían ávidos de compasión.

Al final de la tanda de valses él la condujo a una mesa apartada sin anuncio ni permiso. No era necesario: ella lo sabía todo de antemano, y celebró que él ordenara champaña. El salón en penumbra era bueno para vivir, y cada mesa tenía su propio ámbito de intimidad.

Ana Magdalena calculó que su acompañante no pasaba de los 30 años, porque apenas si daba pie con el bolero. Ella lo encaminó con tacto sereno, hasta que él encontró el paso. Lo mantuvo a la distancia, para no darle el gusto de que sintiera en sus venas la sangre enfebrecida por la champaña. Pero él la forzó, primero con suavidad, y después con toda la fuerza de su brazo en la cintura.

Ella sintió entonces en su muslo lo que él había querido que sintiera para marcar su territorio, y se maldijo por el batir de su sangre en las venas y el fogaje de su respiración, pero supo oponerse a la segunda botella de champaña. Él debió notarlo, pues la invitó a un paseo por la playa. Ella disimuló su disgusto con una frivolidad compasiva:

¿Sabe qué edad tengo?

No puedo imaginarme que usted tenga una edad ­dijo él­.

Sólo la que usted quiera.

No había acabado de decirlo cuando ella, hastiada de tanta mentira, le planteó a su cuerpo el dilema terminante: ahora o nunca. "Lo siento", dijo, poniéndose de pie. Él se sobresaltó.

¿Qué ha pasado?

Tengo que irme ­dijo ella­. La champaña no es mi fuerte.

Él propuso otros programas inocentes, sin saber quizá que cuando una mujer se va no hay poder humano ni divino que la detenga. Por fin se rindió.

¿Me permite acompañarla?

No se moleste ­dijo ella­. Y gracias, de veras, fue una noche inolvidable. En el ascensor estaba ya arrepentida. Sentía un rencor feroz contra sí misma, pero la compensaba el placer de haber hecho lo que correspondía. Entró en el cuarto, se quitó los zapatos, se tiró boca arriba en la cama y encendió un cigarrillo. Casi al mismo tiempo llamaron a la puerta, y ella maldijo el hotel donde la ley perseguía a los huéspedes hasta su intimidad sagrada. Pero el que tocó no era la ley, era él. Parecía una figura del museo de cera en la penumbra del corredor. Ella lo comprobó con la mano en el pomo de la puerta, sin una pizca de indulgencia, y al fin le cedió el paso. Él entró como en su casa.

Ofrézcame algo ­dijo.

Sírvase usted mismo ­dijo ella­. No tengo la menor idea de cómo funciona esta nave espacial.

Él, en cambio, lo sabía todo. Moderó las luces, puso la música de ambiente y sirvió dos copas de champaña del minibar con la maestría de un director de orquesta. Ella se prestó al juego, no como ella misma, sino como protagonista de su propio papel. Estaban en el brindis cuando sonó el teléfono, y ella contestó alarmada. Un oficial de la seguridad del hotel le advirtió muy amable que ningún invitado podía permanecer en una suite después de la medianoche sin registrarse en la recepción.

No necesita explicármelo, por favor ­lo interrumpió ella, abochornada­. Perdone usted.

Colgó con la cara congestionada por el rubor. Él, como si hubiera oído la advertencia, la justificó con una razón fácil: "Son mormones". Y sin más vueltas la invitó a contemplar un eclipse total de luna desde la playa. La noticia era nueva para ella. Tenía una pasión infantil por los eclipses, pero toda la noche se había debatido entre el decoro y la tentación, y no encontró un argumento válido para no aceptar.

No tenemos escapatoria ­dijo él­. Es nuestro destino.

La invocación sobrenatural la dispensó de escrúpulos. Así que se fueron a ver el eclipse en la camioneta de él, a una bahía escondida en un bosque de cocoteros, sin huellas de turistas. En el horizonte se veía el resplandor remoto de la ciudad, y el cielo era diáfano y con una luna solitaria y triste. Él se estacionó al abrigo de las palmeras, se quitó los zapatos, se aflojo el cinturón y abatió el asiento para relajarse. Ella descubrió que la camioneta no tenía más que los dos asientos delanteros, que se convertían en camas con sólo apretar un botón. El resto era un bar mínimo, un equipo de música con el sax de Fausto Papetti, y un baño minúsculo con un bidé portátil detrás de una cortina carmesí. Ella entendió todo.

No habrá eclipse ­dijo­. Sólo puede ser en luna llena, y estamos en cuarto creciente.

Él se mantuvo imperturbable.

Entonces será de sol ­dijo­. Tenemos tiempo.

No hubo más trámites. Ambos sabían ya a lo que iban, y ella sabía además qué era lo único distinto que podía esperar de él desde que bailaron el primer bolero. La asombró la maestría de mago de salón con que la desnudó pieza por pieza, casi hilo por hilo, con la punta de los dedos y sin tocarla apenas, como deshollejando una cebolla. Con la primera embestida del minotauro ella se sintió morir por el dolor con una humillación atroz de gallina descuartizada. Quedó sin aire y empapada en un sudor helado, pero apeló a sus instintos primarios para no sentirse menos ni dejarse sentir menos que él y se entregaron juntos al placer inconcebible de la fuerza bruta subyugada por la ternura. Ana Magdalena no se preocupó por saber quién era él, ni lo pretendió, hasta unos tres años después de aquella noche inolvidable, cuando reconoció en la televisión su retrato hablado de vampiro triste, solicitado por todas las policías del Caribe como estafador y proxeneta de viudas alegres y solitarias, y probable asesino de dos.


Gabriel García Márquez

sábado, 26 de julio de 2008

Invariablemente retorno al lugar de origen,
donde los sueños se extinguen bajo las sábanas pálidas y frías,
donde la sed se ahoga emborrachándose con las lágrimas de un muerto carcomido por los recuerdos,
donde el viento se lleva los suspiros al olvido,
donde la nada es todo y donde el todo... nunca existió.

Medea

Décima muerte

I

¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.

II

Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida,
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?

III

si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando,
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

IV

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados,
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
en materia de diamante
luminosa, eterna y pura.

V

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber que de ti me adueño,
sentir que muero despierto.

VI

La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será elástico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible, acaso,
vivir después de haber muerto.

VII

En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay un misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.

VIII

¡Hasta en la ausencia estás viva!
Porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.

IX

Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo,
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí,
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?

X

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!

Xavier Villaurrutia


viernes, 18 de julio de 2008

Allá a lo lejos se ve la sombra de la mujer efímera, trato de alcanzarla. Se aleja a cada paso de la luna creciente.
El reflejo en el agua es menos perdurable.
De su espalda brotan alas, vuela, corro.
La oscuridad la cubre y el viento se la lleva a un lugar donde mi voz no la alcanza.
Grito tu nombre y de mi boca brotan mariposas muertas, mis manos se rompen en el silencio, mi ser se desgarra entre el llanto y la desesperación.
Soy sólo una luz opaca, sin cuerpo, sin voz, sin nada...

Entonces un sobre salto y descubro que sólo estaba soñando.

Medea



Sólo la paloma conoce sus cielos.
En sus alas vislumbre la oscuridad de su huida.
Puedo ver la realidad:
El lento claudicar del horizonte
y un amargo adiós suspendido en el silencio...





Medea

Te estremeces entre mis brazos presa del deseo,
pequeña mariposa de ojos de verdugo.
Guillotinas mi voz,
atravesando tu filosa lengua en mi garganta.
Devoras carne, sangre y células al morder mis labios en un beso crucificador.
Ansío morder los tuyos cuando tus uñas desaparecen al arañar mi espalda.
Te cobijas como agonizante ave malherida mientras recorro tu sexo e invoco tu nombre.
Soy verdugo de la victima que mata.
Soy victima del verdugo que resucita.
Soy... somos... carne de la carne, pecado del pecado...
El deseo inconsumible nos insita.
Devoramos piel en la lucha cuerpo a cuerpo bajo las sábanas de la cama que guarda nuestros sudores.
Tu lengua se agita furiosamente en mi boca, dulce fruta que saboreo.
Tiemblo, tiemblas. Temblamos por el exquisito deseo del placer consumado de esta inquisidora guerra nocturna.
Medea

sábado, 21 de junio de 2008

EL LIBRO DE SATÁN

— I —

1. En este árido desierto de acero y piedra, elevo mi
voz para que puedas oírla, Al Este y al Oeste
hago una seña. Al Norte y al Sur muestro un
signo que proclama: ¡Muerte a los débiles, salud
para los fuertes!

2. ¡Abrid los ojos para que podáis ver, oh, hombres
de mente enmohecida, y escuchadme bien,
vosotros, la multitud de seres desorientados!

3. ¡Pues yo me alzo para desafiar a la sabiduría del
mundo, para pedir explicaciones a las «leyes» del
hombre y de «Dios»!

4. Yo exijo razones de vuestras reglas doradas y
pregunto el porqué de vuestros mandamientos.

5. No me inclino en señal de sumisión ante ninguno
de vuestros ídolos pintados, y el que me diga «tú
lo harás» es mi enemigo mortal.

6. Hundo mi dedo en la sangre aguada de vuestro
impotente y loco redentor, y escribo en su frente
desgarrada por las espinas: «el verdadero
príncipe del mal; ¡el rey de los esclavos!».

7. Ninguna vetusta falsedad será para mí una
verdad; ningún dogma sofocante entorpecerá mi
pluma.

8. Me aparto de todos los convencionalismos que no
me lleven al éxito y a la felicidad en la Tierra.

9. Elevo con severa energía el estandarte de los
fuertes.

10. Clavo mi mirada en los ojos vidriosos de vuestro
espantoso Jehová, y le tiro de la barba. Alzo un
hacha y abro en dos su cráneo devorado por los
gusanos.

11. Hago estallar el horrible contenido de los
sepulcros filosóficos marchitos, y río con ira
sardónica.

— II —

1. Mirad al crucifijo. ¿Qué simboliza? Pálida
incompetencia colgada de un árbol.

2. Pongo en duda todas las cosas. Colocándome
ante las podridas y barnizadas fachadas de
vuestros más excelsos dogmas morales, escribo
con letras de llameante desprecio: «¡ Ojo! ¡Mucho
cuidan! ¡Todo esto es fraude!.

3. ¡Congregaos en torno a mí, oh, vosotros que
desafiáis a la muerte, y la Tierra será vuestra,
para ahora y para siempre!

4. A la mano muerta se le ha permitido durante
demasiado tiempo que esterilice el pensamiento
vivo.

5. ¡Los falsos profetas han estado invirtiendo por
mucho tiempo lo justo y lo injusto, lo bueno y lo
malo!

6. Ningún credo debe ser aceptado como imposición
de la autoridad de una naturaleza “divina”. Las
religiones deben ser puestas en duda. Ningún
dogma moral debe ser aceptado dado por hecho;
ninguna patrón de medida debe ser deificado.
En los códigos morales no hay nada
inherentemente sagrado. Al igual que los ídolos
de madera de tiempos remotos, son obras de
manos humanas, ¡y lo que el hombre ha hecho
puede destruirlo!

7. El que no se apresura a creer en todo es
sumamente inteligente, pues disponerse a creer en
un falso principio es comenzar a carecer de
sabiduría.

8. El deber principal de toda nueva época es enseñar
a los nuevos hombres a determinar sus libertades,
a dirigirlas hacia el éxito material, a rechazar los
candados y cadenas oxidadas de las costumbres
muertas que impiden siempre la expansión
saludable, aquellas teorías e ideas que pudieron
haber significado vida, esperanza y libertad para
nuestros antepasados, es posible que ahora
representen para nosotros destrucción, esclavitud
y deshonor.

9. ¡Cuándo el medio ambiente cambia, ningún ideal
humano permanece seguro!

10. Por lo tanto, cada vez que una mentira se haya
instalado en un trono, asaltémosla sin piedad y
sin escrúpulos de conciencia, pues nadie puede
prosperar bajo el dominio de una falsedad
inconveniente.

11. ¡Destronemos los sofismas establecidos,
arranquémoslos de cuajo, quemémoslos y
destruyámoslos, pues son una amenaza para toda
la auténtica nobleza del pensamiento y la acción!

12. ¡Cada vez que por medio de los resultados quede
demostrado que una pretendida «verdad» no es
más que una vana ficción!. ¡Arrojémosla sin
ceremonia hacia la oscuridad exterior, y que
caiga entre los dioses muertos, los imperios
muertos, las filosofías muertas y otras ruinas
inútiles! ¡Su puesto está entre los trastos viejos!

13. La más peligrosa de todas las mentiras
entronizadas es la mentira santa, santificada,
privilegiada; la mentira que todo el mundo toma
por un modelo de verdad. Es la madre nutricia de
todos los otros espejismos y errores populares, Es
el árbol, con cabeza de hidra y mil raíces de lo
irrazonable, ¡Es un cáncer social!

14. Aquella mentira que se muestra a nosotros como
media mentira está medio erradicada; Pero
aquella mentira que incluso las personas
inteligentes aceptan como un hecho -la mentira
que le ha sido inculcada al niño cuando reposaba
en las rodillas de su madre-, ¡esa es más peligrosa
de afrontar que una pestilencia insidiosa!

15. Las mentiras populares han sido siempre las más
potentes enemigas de la libertad personal. No
existe más que una forma de hacerles frente:
arrancarlas, arrancarlas de cuajo, como si fueran
cánceres. ¡Aniquiladlas o ellas aniquilarán!

— III —

1. “Amaos los unos a los otros”. Se nos dice que
esto es la ley suprema, Pero ¿qué poder lo ha
hecho así? ¿Sobre qué autoridad racional reposa
el evangelio del amor? ¿Por qué no habría yo de
odiar a mis enemigos? Si los «amo», ¿no me
pongo a merced de ellos?

2. ¿Es natural que los enemigos se hagan el bien los
unos a los otros? ¿Es bueno eso?

3. ¿Puede la víctima desgarrada y ensangrentada
"amar" las fauces ensangrentadas que le van
arrancando miembro tras miembro?

4. ¿No somos todos por instinto animales de presa?
Si los seres humanos cesaran totalmente de
atacarse los unos a los otros, como animales de
presa, ¿podrían continuar existiendo?

5. ¿No es el «deseo lujurioso y camal» un término
más veraz para definir al "amor" cuando lo
aplicamos a la propagación de la especie’? El
"amor" de las aduladoras escrituras, ¿no es un
simple eufemismo de la actividad sexual? ¿O
acaso el «gran maestro» era un glorificador de los
eunucos?

6. Ama a tus enemigos y haz el bien a los que te
odian y te explotan. ¿No es esta la despreciable
filosofía del perro de aguas que gira sobre su
lomo cuando le dan patadas?

7. Odia a tus enemigos con todo tu corazón, y si un
hombre te abofetea en la mejilla, ¡Abofetéale en
la otra! Abofetéale con toda tu alma, pues el velar
por uno mismo es la ley más excelsa.

8. ¡El que ofrece la otra mejilla es un perro cobarde!

9. Devuelve golpe por golpe, desprecio por
desprecio, ruina por ruina, ¡y devuélvelos con
interés del ciento por ciento! Ojo por ojo, diente
por diente, ¡siempre en una proporción de cuatro
a uno, de cien a uno! Conviértete en el temor de
tu adversario, y cuando él se aleje, lo hará con
mucha más sabiduría que rumiar. De este modo,
te harás respetar en todas las esferas de la vida, y
tu espíritu, tu espíritu -inmortal, vivirá, no en un
paraíso intangible, sino en el cerebro y en las
fibras de aquellos cuyo respeto has conquistado.

— IV —

1. La vida es la gran satisfacción de las pasiones.
La muerte es la gran abstinencia. Por lo tanto,
sácale el mayor provecho a la vida, ¡aquí y ahora!

2. No hay un Cielo donde la gloria resplandezca ni
un Infierno donde los pecadores se abrasen, ¡Es
aquí en la Tierra donde conocemos nuestros
tormentos! ¡Es aquí en la Tierra donde sentimos
nuestros goces! ¡Es aquí en la Tierra donde están
nuestras oportunidades! ¡Elige este día, esta hora,
pues no existe redentor alguno!

3. Di en tu corazón: "Yo soy mi propio redentor"

4. Detén la marcha de aquellos que te persiguen.
Deja que aquellos que han provocado tu ruina
sean lanzados a la confusión y a la infamia,
Déjalos que sean como paja menuda ante un
ciclón, y después de que ellos hayan caído,
regocíjate de tu propia salvación.

5. Entonces todos tus huesos dirán orgullosamente;
¿Quién está por encima de mí? ¿No he sido
demasiado fuerte para mis adversarios? ¿No me
he liberado yo mismo por medio de mi cerebro y
mi cuerpo?

— V —

1. Benditos sean los fuertes, pues de ellos será la
Tierra. ¡Malditos sean los débiles, pues ellos
heredarán el yugo!

2. Benditos sean los poderosos, pues ellos serán
reverenciados por los hombres... ¡Malditos sean
los débiles, pues ellos serán borrados de la faz de
la Tierra!

3. Benditos sean los audaces, pues ellos serán los
amos del mundo. ¡Malditos sean los
virtuosamente débiles, pues ellos quedarán
aplastados bajo las pezuñas del Diablo!.

4. Benditos sean los triunfadores, pues la victoria es
la base del derecho... ¡Malditos sean los vencidos,
pues ellos serán vasallos para siempre!

5. Benditos sean los de la mano de hierro, pues los
blandos huirán ante ellos... ¡Malditos sean los
pobres de espíritu, pues serán escupidos!

6. Benditos sean los que desafían a la muerte, pues
sus días serán largos en la Tierra... ¡Malditos
sean los que sueñan con una vida más rica más
allá de la tumba, pues ellos perecerán en medio
de la abundancia!

7. Benditos sean los destructores de la falsa
esperanza, pues ellos son los verdaderos Mesías...
¡Malditos sean los adoradores de Dios, pues ellos
serán ovejas esquilmadas!

8. Benditos sean los valientes, pues ellos obtendrán
grandes tesoros... ¡ Malditos sean los que creen
en el bien y en el mal, pues se dejan asustar por
sombras!

9. Benditos sean aquellos que creen en lo que más
les conviene, pues su mente no se aterrorizará
nunca... ¡Malditos sean los «corderos de Dios»,
pues serán desangrados hasta quedar más blancos
que la nieve!

10. Bendito sea el hombre que tiene una legión de
enemigos, pues ellos le harán héroe, ¡Maldito sea
el que hace el bien a quien le paga con desprecio,
pues él será despreciado!

11. Benditos sean los de mente poderosa, pues ellos
superarán los torbellinos...¡Malditos sean los que
ofrecen mentiras como verdades y verdades como
mentiras, pues ellos son una abominación!

12. ¡Malditos sean tres veces los débiles a quienes la
inseguridad les hace viles, pues ellos son una
abominación!

13. El ángel del engaño que nos hacemos a nosotros
mismos en el alma de los «justos». ¡La llama
eterna del poder alcanzado a través del placer
mora en la carne del satanista!

martes, 10 de junio de 2008

Tan Joven y Tan Viejo


Lo primero que quise fue marcharme bien lejos
en el álbum de cromo de la resignación.
Pegábamos los niños que odiaban los espejos,
o antes de Rita Hayworth, calles de Nueva York.

A penas vi que un ojo me guiñaba la vida,
le pedí que a su antojo dispusiera de mí.
Ella me dio las llaves de la ciudad prohibida.
Yo todo lo que tengo, que es nada se lo dí.

Y así crecí volando y volé tan deprisa
que hasta mi propia sombra de vista me perdió.
Para borrar mis huellas destrocé mi camisa,
confundí con estrellas las luces de neón.

Hice trampas al pocker.
Defraudé a mis amigos.
Por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo,
más de un beso me dieron y más de un bofetón.

Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna.
Lo que sé del pecado lo tuve que buscar.
Como un ladrón debajo de las faldas de algunas
de cuyo nombre ahora no me quiero acordar.

Así que de momento, nada de adiós muchachos.
Me duermo en los entierros de mi generación.
Cada noche me invento.
Todavía me emborracho.

Tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone.

Joaquin Sabina

lunes, 2 de junio de 2008

Atisbo

He besado la sospecha en tus pasos.
He acariciado el semblante de tus lágrimas.
Hieres mi alma y amor
con caricias fatuas y amores tras tu puerta.

Averno de mis sueños, cueva y casa de mí verso.
Huyes en un orgasmo a otra pluma,
te abrazas a otra poesía.
Besas otros anhelos, amas otros versos.

Como no temer
si ya sueñas en otros brazos.
Como no sufrir,
si tu anhelo está en otros labios.

Como no querer morir,
si seré una mitad sin su mitad,
si me aplastará el despiadado dolor,
y sobre mi alma dejará escrito:

“pudo una vez salvarme tu amor,
más, hoy no tengo corazón.
Pudo ser y no será
la dulce epifanía de amar.

No tengo corazón.
Fue marcado a fuego,
lacerado en espinas
y sepultado en el silencio.

El límite de la luz está en ti.
Pudo una vez salvarme tu amor,
más hoy, ya no tengo el corazón…”

Bajo la piel…empieza a gritar el dolor.
Comienza el vuelo suicida...

Arcano XXXVIII

EL VAMPIRO

Tú que, como una cuchillada;
entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
de demonios, viniste loca y adornada,

para hacer de mi espíritu humillado
tu lecho y tu dominio.
¡Infame!, a quien estoy ligado
como el forzado a su cadena,

como al juego el jugador empedernido,
como el borracho a la botella,
como a la carroña los gusanos.
-¡Maldita, maldita seas tú!

Supliqué a la rápida espada
que conquistara mi libertad
y supliqué al pérfido veneno
que sacudiera mi ruindad.

¡Ay! el veneno y la espada.
Me desdeñaron diciéndome:
-No eres digno de que se te libere
de tu esclavitud maldita.

-¡Imbécil! -Si de su dominio
te libraron nuestros esfuerzos,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro.

Charles Baudelaire

sábado, 31 de mayo de 2008

Una calurosa tarde de Agosto

Fui a buscarla a la salida del trabajo. Tuve que indagar, pero no me costó demasiado conocer su horario y el lugar de trabajo. Así que, diligentemente, unos 5 minutos antes de la hora señalada, allí le esperaba yo, a una distancia prudencial. Cuando la vi salir, clavé mis ojos en ella, con una mezcla de deseo y nerviosismo que llegaba hasta la punta de mis dedos, fríos pese al calor de una tarde de agosto. Me acerqué a ella, que se encontraba distraída, y, sin subir demasiado la voz, la llamé "iste". Ella se giró como un rayo y una mirada de extrañeza y reconocimiento me recorrió todo el cuerpo. "¿Vulcano?".

Sin mediar palabra, la cogí de la mano y comenzamos a andar. Todo estaba preparado. En un hotel cercano, de los más lujosos de la ciudad, nos aguardaba una habitación, una cama abierta y una botella de cava entre hielos.

Seguíamos sin hablar cuando subimos al ascensor. Yo la miraba ahora ya sin nerviosismo, sonriente, casi impaciente por lo que vendría.

Al llegar a la habitación, mientras ella se frotaba los ojos con estupor, yo abrí la botella de cava. Al minuto, la segunda copa del líquido dorado rodaba por nuestras gargantas.

El deseo se adueño de mí y agarrándola por la cintura la besé apasionadamente. Fui arrinconándola contra la mesa, para despojarle de su copa y la mía, y poder entregarnos a la pasión del momento.

Mis manos se deslizaron por debajo de su blusa, y ella, nerviosa comenzó a desabrocharse. La visión de su cuerpo desnudo hizo que un escalofrío, augurio de placer, recorriera mi espalda.

Comencé a besarla, sin dejar nada un espacio de su piel. Su cuello, su pecho, ahora mordisqueando el pezón suavemente, ahora recorriendo la curva de su seno con la punta de mi lengua.

Pronto me encontraba arrodillado frente a ella, lamiendo sus muslos, sintiendo el calor de su entrepierna cerca de mi nariz. Con la punta de la lengua, rocé su clítoris y noté como se estremecía.

Esto merecía una posición mucho más cómoda, así que la tumbé en la cama. Me sorprendió con un "desnúdate". Yo obedecí deprisa, sin mostrarme torpe, y sonreí cuando observe una mirada de aprobación que no pudo esconder.

Cuando terminé, abrió sus piernas y sus ojos decían "continúa, por favor". No había nada que quisiera más que seguir el trabajo empezado, así que me sumergí, separando sus labios con los míos, introduciendo mi lengua con delicadeza, frotando con mis dedos su clítoris húmedo.

Continuamos así un tiempo indeterminado, ella gimiendo y acariciándome la cabeza, hasta que por fin, me levantó con sus manos y me dijo "ven".

Me tumbé a su lado besándola, acariciándola sin parar, disfrutando de su cuerpo. Ella primero apretó mi cuerpo fuertemente contra el suyo, clavándome los dedos en el culo, como si quisiera fusionarse conmigo. Luego me separó, buscó bajo mi estómago y comenzó a mover su mano.

Notaba como cada movimiento de su mano nos acercaba más y más al momento más dulce, mientras yo, incapaz de mirar su cuerpo y estar quieto, lamía de nuevo sus pechos.

Por fin, nos miramos, y sin decir ni palabra, el baile empezó. A esas alturas, y en pleno agosto, nuestros cuerpos se encontraban totalmente empapados, de manera que nos deslizábamos el uno contra el otro, rítmica y acompasadamente.

Y el tiempo voló, mientras dimos cien vueltas a la cama, disfrutando el uno del otro.

La escena se repitió, hasta que por fin, los dos nos encontramos saciados. Así, de nuevo sin mediar palabra, me vestí, la besé y me marche, dejándola en la habitación vestida únicamente con su dulce sonrisa.

Publicado por Vulcano en http://venusiano.blogspot.com

Me deslizo entre tus sábanas, recorro suavemente tus pies con mis dedos libertinos, siguiendo delicadamente la línea de tus piernas... llego a tu cintura, me detengo por un momento, con mi aliento saboreo la rica esencia de tu cuerpo, hago a un lado mis manos para darle oportunidad a mis labios, con sigilo llego a tu ombligo, con besos tiernos abro la cavidad de tu sexo, núcleo del placer... tu cuerpo se acelera, con respiraciones ondas y profundas, clamas ser amada, cierras los ojos y la agitación de tu cuerpo es incontenible, anuncia el clímax largamente ansiado.
Nos fundimos en un abrazo, nuestros labios se unen en un beso enardecido... Descansas tu cabeza en mi pecho... agotada, satisfecha... Complacida.

Medea

viernes, 30 de mayo de 2008


Desnudo mi pensamiento
a la sombra de la luna.
Gritando en silencio
la frase podridamente
repetida que termina adormecida en pos de la razón.


Medea

miércoles, 28 de mayo de 2008



"Tú disparas para encontrarte,
yo lo hago para desaparecer.
La perfección es perderse;
Para perderse hay que amar;
Tú no amas,
tú rompes,
tú asesinas,
y nadie te ama.
Porque cuando crees que das,
en realidad estás tomando."




Alejandro Jodorowsky
"El topo"

Sin piel

¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón...
De hacer con la ilusión, que no me va a servir
un lindo paquetito con una cinta azul,
guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir...
Es hora de matar los sueños,
es hora de inventar coraje
para iniciar el largo viaje
por un gris paisaje...
¡sin amor!

Voy a aprender a llorar sin sufrir,
sin detenerme a mirar una flor,
a encallecer lentamente
¡igual que la gente sin alma y sin voz!
Voy a entender que se puede morir,
y latir... al compás del reloj;
como una máquina fiel
igual que un robot...
¡sin piel!

Después de haber sentido hasta el dolor.. a los demás,
de darme sin medir, de amar sin calcular,
llegó la indiferencia metiéndose en mi piel
pacientemente cruel, ¡matando mi verdad!
Saber que no me importa nada...
de alguna vibración pasada;
y caminar narcotizado
por un mundo helado...
¡sin amor!

Tango
Letra y Música:
Eladia Blázquez

martes, 20 de mayo de 2008




Que hermosa alborada para pensar que la paloma sigue aquí...
pero llega la noche y el frío de la ausencia es el sepulcro de mis sueños suicidados.






Medea


Te he buscado desesperadamente en las noches de insomnio.
Te has perdido entre las lágrimas y la locura.
Marcho día y noche entre esfinges caídas ante mis ojos,
arrastrando la sombra de mi ser en el adoquín de esta ciudad putrefacta.
Y te he buscado desesperadamente
porque sólo tú salvas del llanto y la locura a esta mendiga y la haces reina coronada por tus manos.





Medea

Los años han pasado y el reflejo del amante perdido se ha desvanecido.

En tu piel marchita, huellas ondas ha dejado el agua salina que derraman tus ojos cristalinos.
Miras al espejo y ves sólo un corazón herido.





Medea

martes, 29 de abril de 2008

Llegó la pequeña y frágil paloma ante mi
con un mensaje de grafías indelebles.
"Te quiero, te necesito" se vislumbraba opacamente.
Abrí las manos para tocarla,
se desvaneció entre mis dedos
cual humo de cigarrillos que se mezclan con el viento.

La noche llega,
ocultando en la obscuridad a la pequeña paloma mensajera
que ahora dice un adiós suspendido en el silencio...

Medea
En el rincón del secreto,
dejo mi nombre y mi rostro,
mi cuerpo y mi voz.
Nada sirve al lugar donde voy.
Allí deje de ser para serte...
Allí mi cadáver no tiene tumba...
Allí la voz se hundió en el silencio
y el alma fue testigo de muertes entre humos y cenizas.
Parto.
Excluida de tu mirada me alejo bajo la piel enamorada
con las promesas acuestas y el dolor como estandarte.

Medea

La noche aproxima el calor de tu cuerpo entre las sombras pálidas de mi habitación.
Dejame gozarte con mi insipiente lengua.
Déjame roerte en silencio, lentamente como un suspiro.
Ven...
Acercate, antes de que el sueño termine y nos difuminemos los dos.


Medea

sábado, 26 de abril de 2008

CAPERUCITA ROJA



(versión políticamente correcta)

Por: James Finn Garner


Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.

Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.

De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.

-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.

-No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

Respondió Caperucita:

-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.

Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:

-Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.

-Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.

-¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.

-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.

-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.

-Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!

Respondió el lobo:

-Soy feliz de ser quién soy y lo qué soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.

Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.

El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.

-¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?

Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

viernes, 18 de abril de 2008

Espiando el ayer tan lejano,
trato de nombrarte,
las palabras terminan agusanadas
como tierra podrida en mi boca.

Me envuelve tu silenciosa presencia,
sombra melancólica que envuelven mis noches.

Me arrincono llorando como Apolo
la imposibilidad del amor
y en vez de luna me alumbra el eco de la palabra melancólica...

Medea

jueves, 17 de abril de 2008

El tiempo se hizo añejo entre los cafés y cigarrillos,
cómplices perfectos de humores fingidos e historias de atardeceres eternos.
Historias entretejidas entre mariposas viajeras.
Historias que se arrastran como perros malheridos
vomitando sentimientos.
Sentimientos que el calor consume
por beberse lentamente la nostalgia
y los placeres se duermen entre
recuerdos y canciones del pasado.
Pasado que se embarca
con la puesta del sol, hacia el olvido.
Olvido que se hace polvo entre cafés y cigarrillos.
Cigarrillos que se consumen
porque el tiempo se ha hecho añejo.


Medea
A dónde se irá volando mi paloma?
Qué horizontes surcaran sus alas rotas...?
Qué estrellas verán sus ojillos tristes...?
Te perturbará el viento y la tristeza...
Deambularas melancólicamente estre los recuerdos
y la nostálgia...
y una lágrima adornará tu tierna mirada.

Eres paloma chiquilla, no golondrina para decir adios.

El invierno ha pasado,
ven... anida en mi corazón
(que te brinda su calor eterno).
Muéstrame tu rostro
y tu mirada angelical de virgen perpetua.

Vuelve paloma viajera,
antes de que la luna sollozante me arrincone en el insomnio enloquecedor
y deje que las historias se vallan durmiendo una a una sobre el silencio...



Medea