martes, 29 de abril de 2008

Llegó la pequeña y frágil paloma ante mi
con un mensaje de grafías indelebles.
"Te quiero, te necesito" se vislumbraba opacamente.
Abrí las manos para tocarla,
se desvaneció entre mis dedos
cual humo de cigarrillos que se mezclan con el viento.

La noche llega,
ocultando en la obscuridad a la pequeña paloma mensajera
que ahora dice un adiós suspendido en el silencio...

Medea
En el rincón del secreto,
dejo mi nombre y mi rostro,
mi cuerpo y mi voz.
Nada sirve al lugar donde voy.
Allí deje de ser para serte...
Allí mi cadáver no tiene tumba...
Allí la voz se hundió en el silencio
y el alma fue testigo de muertes entre humos y cenizas.
Parto.
Excluida de tu mirada me alejo bajo la piel enamorada
con las promesas acuestas y el dolor como estandarte.

Medea

La noche aproxima el calor de tu cuerpo entre las sombras pálidas de mi habitación.
Dejame gozarte con mi insipiente lengua.
Déjame roerte en silencio, lentamente como un suspiro.
Ven...
Acercate, antes de que el sueño termine y nos difuminemos los dos.


Medea

sábado, 26 de abril de 2008

CAPERUCITA ROJA



(versión políticamente correcta)

Por: James Finn Garner


Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.

Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.

De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.

-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.

-No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

Respondió Caperucita:

-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.

Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:

-Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.

-Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.

-¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.

-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.

-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.

-Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!

Respondió el lobo:

-Soy feliz de ser quién soy y lo qué soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.

Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.

El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.

-¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?

Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

viernes, 18 de abril de 2008

Espiando el ayer tan lejano,
trato de nombrarte,
las palabras terminan agusanadas
como tierra podrida en mi boca.

Me envuelve tu silenciosa presencia,
sombra melancólica que envuelven mis noches.

Me arrincono llorando como Apolo
la imposibilidad del amor
y en vez de luna me alumbra el eco de la palabra melancólica...

Medea

jueves, 17 de abril de 2008

El tiempo se hizo añejo entre los cafés y cigarrillos,
cómplices perfectos de humores fingidos e historias de atardeceres eternos.
Historias entretejidas entre mariposas viajeras.
Historias que se arrastran como perros malheridos
vomitando sentimientos.
Sentimientos que el calor consume
por beberse lentamente la nostalgia
y los placeres se duermen entre
recuerdos y canciones del pasado.
Pasado que se embarca
con la puesta del sol, hacia el olvido.
Olvido que se hace polvo entre cafés y cigarrillos.
Cigarrillos que se consumen
porque el tiempo se ha hecho añejo.


Medea
A dónde se irá volando mi paloma?
Qué horizontes surcaran sus alas rotas...?
Qué estrellas verán sus ojillos tristes...?
Te perturbará el viento y la tristeza...
Deambularas melancólicamente estre los recuerdos
y la nostálgia...
y una lágrima adornará tu tierna mirada.

Eres paloma chiquilla, no golondrina para decir adios.

El invierno ha pasado,
ven... anida en mi corazón
(que te brinda su calor eterno).
Muéstrame tu rostro
y tu mirada angelical de virgen perpetua.

Vuelve paloma viajera,
antes de que la luna sollozante me arrincone en el insomnio enloquecedor
y deje que las historias se vallan durmiendo una a una sobre el silencio...



Medea

miércoles, 16 de abril de 2008

Noches de insomnio

Eres tú...
La causante de este incesante dolor que impide conciliar el sueño.
En vano proclamo a Morfeo tregua a la desesperación.
Tú...
La sin nombre, de rostro de luna y ojos de tizones encendidos.

Basta...!!!!!!


Vuelve a la tempestuosa noche, no dejes sombra alguna,
prenda de las mentiras que imputó tu espíritu.
Libera este ser del desvelo nocturno.
Aparta tu rostro, ojos y ser de la tumba eternamente abierta de mis sueños suicidados...

Medea

Transito las calles melancólicas.
Recordando tus ojos negros
me absorbe la noche
como un grito en el silencio,
soy tragada por este Dios egoísta y cruel
que unió nuestros caminos...
Dos historias de soledades y silencios,
condenadas al fracaso,
aun antes de empezar...
La nostalgia cae en mis ojos,
tan vacíos de tanto llorar,
y la pesadumbre se mete en mi cama,
me roba el sueño... y ríe.
Se burla de este cuerpo hueco y falto de glorias...
El día llega,
de mis manos brota humo,
fumo
y exhalo al infinito
las imágenes rotas de mis sueños suicidados.

Medea

sábado, 12 de abril de 2008

Venid, ángel mió, si me amáis,
a salvadme de este sufrimiento.
Confúndete con las sombras de la noche,
difumina tu luz en mi cuerpo,
sacia mi sed con tus besos...
Más si tu mirada fuese
enemiga de la mía,
venid a arrojar mi maltrecho cadáver
a los brazos ardientes de la hoguera.
Dejad que esta paria maldita se consuma
hasta volverse cenizas,
que el viento las esparza sobre la tierra
y las convierta en olvido.
Venid, oh! hermoso ángel
redentor o crucificador,
que con ojos anegados en llanto
y postrada de rodillas,
os suplico la salvación.

Medea

Llegas, pequeña mariposa dorada,
revoloteando entre los pliegues de mis sábanas frías.
Te desnudas como si estuvieras sola.
Me seduce el resplandor de tu piel morena.
Como serpiente de mil lenguas
me arrastro por los rincones de tu cuerpo.
Las manos inquietas aprisionan tus senos
mientras nuestras bocas se unen en un beso profano.
Recorro tu sexo,
dulce monte enrizado que promete placeres señoriales,
digno manjar de mortales que se abre al contacto de mis dedos libertinos.
Suspiros,
respiraciones entrecortadas,
suplicas,
promesas,
pieles siendo un solo cuerpo.
Bebo, carcomo,
estrangulo el deseo inconsumable que quema nuestros sexos.
Llegaste, pequeña mariposa dorada, a llenar los pliegues de mis sábanas vacías...
Ahora sólo somos dos sombras amorfas que se han diluido
en la oscuridad perenne de la habitación y que al despertar el alba se han de separar.

Medea

jueves, 10 de abril de 2008


Deambulo bajo la empañada faz de la luna de esta ciudad putrefacta.
Las farolas alumbran el eco de mis pasos.
Calle tras calle, la gente duerme,
paso tras paso, me voy sumergiendo en el silencio.
Las tinieblas de mi espíritu amenazan con aniquilarme,
las puertas oxidadas, iluminadas por las farolas,
se burlan de mi ser humillado y cansado.
La oscuridad me atrapa, la luna me ignora,
el eco me señala...
Paso tras paso, calle tras calle y nada...
Oscuridad y silencio,
misterio y soledad,
muerte y resurrección...
Sigo andando y paso tras paso recorro mi tenebroso y triste camino
convirtiéndome en eco, en polvo, en nada.

Medea

miércoles, 9 de abril de 2008


La tormenta se llevó sus huellas,
el viento su aroma,
el eco su voz,
la noche su cuerpo.
En silencio recorro las calles.
El adoquín se llena de los pasos cansados
de la melancólica y aislada sombra
en la que me he convertido.
Hora tras hora,
día tras día,
recorro la ausencia,
arrastrando mi mísera alma
al infierno que me has condenado.
Medea

Soy sospechosa de vida oculta.
Me encadenan al carro mortuorio
y me arrastran por las calles,
a mi paso los perro me persiguen,
los religiosos hacen muecas de asco
y los puritanos escupen al suelo.
Y todo por conseguir esos ojos señoriales
y buscar la conexión de nuestras pieles.
Aunque no vengan tiempos mejores
y ese calvarios sea definitivo...
¡Esta fue mi elección señores!
Medea