viernes, 18 de julio de 2008

Te estremeces entre mis brazos presa del deseo,
pequeña mariposa de ojos de verdugo.
Guillotinas mi voz,
atravesando tu filosa lengua en mi garganta.
Devoras carne, sangre y células al morder mis labios en un beso crucificador.
Ansío morder los tuyos cuando tus uñas desaparecen al arañar mi espalda.
Te cobijas como agonizante ave malherida mientras recorro tu sexo e invoco tu nombre.
Soy verdugo de la victima que mata.
Soy victima del verdugo que resucita.
Soy... somos... carne de la carne, pecado del pecado...
El deseo inconsumible nos insita.
Devoramos piel en la lucha cuerpo a cuerpo bajo las sábanas de la cama que guarda nuestros sudores.
Tu lengua se agita furiosamente en mi boca, dulce fruta que saboreo.
Tiemblo, tiemblas. Temblamos por el exquisito deseo del placer consumado de esta inquisidora guerra nocturna.
Medea

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