miércoles, 9 de abril de 2008


La tormenta se llevó sus huellas,
el viento su aroma,
el eco su voz,
la noche su cuerpo.
En silencio recorro las calles.
El adoquín se llena de los pasos cansados
de la melancólica y aislada sombra
en la que me he convertido.
Hora tras hora,
día tras día,
recorro la ausencia,
arrastrando mi mísera alma
al infierno que me has condenado.
Medea

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