miércoles, 4 de febrero de 2009

Nada... (II)

Nada. Dejó se ser para serle y ahora nada. Enclaustrada en su ser crea noches artificiales para lamerse las heridas y exhalar lamentaciones. Vive entre el sueño y la realidad, aunque a veces parezca una pesadilla.
La noche y el día se confunden entre los cafés y los cigarrillos. Las historias son pasajeras y las charlas son tiradas a la basura al sacudir los manteles.
El tiempo dejó de ser tiempo, viejos almanaques dan la razón, y la espera es un motivo para partir. Las ausencias corporales de entes que se cruzaron por su camino, son diapositivas borrosas de un pasado obligado a no ser recordado.
El camino no es largo, es alargado forzosamente por unos pasos aletargados… cansados. La mirada ya no está en el camino, esta ausente, distante, perdida. Ya no mira la luna, ya no le exige nada a las estrellas, ya no se sorprende con el brillo de las farolas… ya no quiere soñar, se cansó de soñar.
Paso a paso va arrastrando su patético cuerpo por las entrañas de la tierra. Mezclándose entre las multitudes desaparece, dejando pedazos de piel putrefacta tras su andar. Es absorbida por la noche como un grito en el silencio, es tragada por un Dios egoísta y cruel que jugó con ella como con un títere. La nostalgia cae en sus ojos, tan vacíos de tanto llorar, y la pesadumbre se mete en su cama, le roba el sueño... y ríe. Se burla de su cuerpo hueco y falto de glorias...
Escribe por no estar o por estar a medias. Viaja del jamás al que se yo… con alacranes en su boca… rechazando todos los sacramentos… con la inadaptación de aprender a olvidar termina clavada en una cruz con un ladrón a cada lado, rompiendo las catedrales de sus esperanzas.
Busca la aniquilación que le fue prohibida en otro tiempo pero la lentitud de la sangre en sus venas le recuerda que vive en la estación de la opacidad autocondenada. Abrigándose con las tristes canciones del ayer, espera, no sabe lo que espera pero espera. De pie y con las alas rotas se percata de que su alma es un triste bosque oscuro donde yacen los escombros de su vida y donde la fantasía de estar muerta contrasta con la realidad de que aun viva. Se sabe hija de la soledad, obligada a seguir narrando una historia sin final.

Medea

1 comentario:

Monsieur un fou dijo...

No sé quien eres...
Más un pedazo de tu obra me hizo sentir por un momento dentro de un cuadro de Dalí.

Monsieur Demencial...