jueves, 16 de julio de 2009

De noche, bajo la pálida luz de la tentadora navaja del suicida, emergen los deseos de aniquilación de la poesía a destiempo. El ilimitado poder de la evocación incrementa más la ausencia de nuestras pieles. Las manos humeantes dibujan el entorno de los sueños muertos, olvidados en las horas de insomnio donde el olvido llega a tener sentido.


Medea

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